
En una conferencia en conmemoración de Frazer (contenida en Structure and Function in Primitive Society, 1952) Radciffe-Brown parte del análisis del tabu polinesio pero se ve pronto que sus intenciones son de mucho más grande alcance. De hecho, ya Frazer llegó a la conclusión que la colección polinesia de prácticas y creencias “es solamente una de entre un número de sistemas semejantes de superstición que, quizás en todas las razas humanas, han contribuido en gran medida, bajo muchos nombres diferentes y con muchas variaciones de detalles, a construir la compleja fábrica de la sociedad”.
Tabú deriva de la polinesia tabu y significa simplemente “prohibido”. Las cosas que en Polinesia vienen definidas como tabu, tales como un recién nacido, el cuerpo o la persona de un jefe, no se deben tocar. Un hombre que toca uno de estos objetos tabu se convierte él mismo, inmediatamente en tabu. Lo que significa dos cosas: que es considerado en estado de peligro y que también es peligroso para los otros. Para volver a su condición normal tiene que someterse a determinados ritos de purificación o desacralización.
Para desmarcarse de una concepción demasiado ligada a un contexto específico, Radcliffe-Brown propone de sustituir tabú con “limitaciones rituales” o “prohibiciones rituales” definiéndolas por referencia a dos conceptos fundamentales que el mismo autor define “status ritual” y “valor ritual”. En su proceso de construcción de una teoría de la cohesión social que abarque estos conceptos sobre mencionados Radcliffe-Brown se libera también de la distinción magia-religión por la falta de acuerdo sobre las respectivas definiciones por parte de los científicos sociales. Entonces la teoría que está construyendo se puede aplicar a los casos que se consideran de naturaleza mágica como a los que se consideran de naturaleza religiosa. Otro rasgo discriminatorio que no se debería tomar en cuenta es la distinción santo-impuro. En efecto Radcliffe-Brown releva como en muchas sociedades esta distinción es totalmente desconocida y avisa a quien se pone a estudiar las sociedades más simples de tener todo cuidado en el considerar su conducta e ideas según nuestras propias ideas de santidad e impureza. Resultaría, en cambio, todo más claro adoptando un término inclusivo (de magia, de religión, de santo y de impuro) amplio que no tenga connotaciones inconvenientes: el de “valor ritual”.
En suma, queriendo ir al grano, a Radcliffe-Brown, que un objeto o un sujeto tengan un valor mágico o religioso, sacro o impuro le parece pertenecer casi a un nivel segundario de la cuestión sobre la comprensión del hombre como ser social. El nivel de las diferencias superficiales de las sociedades. En primer plano hay otra cuestión; o sea que cualquiera cosa esté penetrada por un “valor ritual” (de cualquier tipo éste sea), esta cosa tiene necesariamente efectos psicológicos en los sujetos que están en relación con ésta y efectos sociales en la sociedad al cuyo sistema de valores pertenece este valor ritual. Estos efectos se traducen en una función social, común en todas las sociedades, que consiste en la búsqueda de la armonía y el equilibrio de la sociedad a través de la transmisión de un cierto valor social a aquellos sentimientos de cuya existencia depende el mismo orden social. Y la manera en que esta transmisión se hace eficaz es por medio de la participación en los tabús y en el miedo y el consuelo que pueden dar magia y religión. Un círculo en que las normas sociales se vivifican a través de emociones y sentimientos condensados en, y evocados por, los símbolos rituales cuya perpetuación es garantizada por las mismas normas sociales. Porque, mientras en las sociedades animales la coaptación depende del instinto, en las sociedades humanas depende de la eficacia de los símbolos. Es, en suma, una clásica teoría social funcionalista con unos méritos y pero sujeta a las igualmente clásicas críticas por el hecho de construirse completamente alrededor del equilibrio y del mantenimiento del equilibrio.
Tabú deriva de la polinesia tabu y significa simplemente “prohibido”. Las cosas que en Polinesia vienen definidas como tabu, tales como un recién nacido, el cuerpo o la persona de un jefe, no se deben tocar. Un hombre que toca uno de estos objetos tabu se convierte él mismo, inmediatamente en tabu. Lo que significa dos cosas: que es considerado en estado de peligro y que también es peligroso para los otros. Para volver a su condición normal tiene que someterse a determinados ritos de purificación o desacralización.
Para desmarcarse de una concepción demasiado ligada a un contexto específico, Radcliffe-Brown propone de sustituir tabú con “limitaciones rituales” o “prohibiciones rituales” definiéndolas por referencia a dos conceptos fundamentales que el mismo autor define “status ritual” y “valor ritual”. En su proceso de construcción de una teoría de la cohesión social que abarque estos conceptos sobre mencionados Radcliffe-Brown se libera también de la distinción magia-religión por la falta de acuerdo sobre las respectivas definiciones por parte de los científicos sociales. Entonces la teoría que está construyendo se puede aplicar a los casos que se consideran de naturaleza mágica como a los que se consideran de naturaleza religiosa. Otro rasgo discriminatorio que no se debería tomar en cuenta es la distinción santo-impuro. En efecto Radcliffe-Brown releva como en muchas sociedades esta distinción es totalmente desconocida y avisa a quien se pone a estudiar las sociedades más simples de tener todo cuidado en el considerar su conducta e ideas según nuestras propias ideas de santidad e impureza. Resultaría, en cambio, todo más claro adoptando un término inclusivo (de magia, de religión, de santo y de impuro) amplio que no tenga connotaciones inconvenientes: el de “valor ritual”.
En suma, queriendo ir al grano, a Radcliffe-Brown, que un objeto o un sujeto tengan un valor mágico o religioso, sacro o impuro le parece pertenecer casi a un nivel segundario de la cuestión sobre la comprensión del hombre como ser social. El nivel de las diferencias superficiales de las sociedades. En primer plano hay otra cuestión; o sea que cualquiera cosa esté penetrada por un “valor ritual” (de cualquier tipo éste sea), esta cosa tiene necesariamente efectos psicológicos en los sujetos que están en relación con ésta y efectos sociales en la sociedad al cuyo sistema de valores pertenece este valor ritual. Estos efectos se traducen en una función social, común en todas las sociedades, que consiste en la búsqueda de la armonía y el equilibrio de la sociedad a través de la transmisión de un cierto valor social a aquellos sentimientos de cuya existencia depende el mismo orden social. Y la manera en que esta transmisión se hace eficaz es por medio de la participación en los tabús y en el miedo y el consuelo que pueden dar magia y religión. Un círculo en que las normas sociales se vivifican a través de emociones y sentimientos condensados en, y evocados por, los símbolos rituales cuya perpetuación es garantizada por las mismas normas sociales. Porque, mientras en las sociedades animales la coaptación depende del instinto, en las sociedades humanas depende de la eficacia de los símbolos. Es, en suma, una clásica teoría social funcionalista con unos méritos y pero sujeta a las igualmente clásicas críticas por el hecho de construirse completamente alrededor del equilibrio y del mantenimiento del equilibrio.
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